jueves, 5 de junio de 2008

Experiencia con un insecto


"Estar decididos a soportar la vida juntos.
Con todo lo que ello comporta de inmensa ambigüedad
y de falta de confianza."

Robert Musil -Diarios.


Convivía tranquilamente con una polilla, durante mi examen nocturno de infolios caducos. Mientras ella se posaba y aleteaba en el borde de mi libro, bajo la lámpara, y yo reprimía mis deseos naturales de aplastarla, admitía que no me molestaba en absoluto.

Una polilla no hace daño: es pequeña y frágil, no tiene aguijón, no tiene veneno, no transporta hantavirus. Repaso todo esto mientras observo, por un lado, su pata extendida, y algunos centímetros más cerca de la lámpara, campos enteros, a la polilla, aleteando, confusa, mutilada. Me costó entender que a un insecto no le importa mucho perder un miembro. El simple ejercicio de ponerme en su lugar me provoca desesperación. Pienso: este animal vivirá el resto de su vida, aunque su longevidad no le permita llegar a la mañana, sin esa pata que arranqué con mi peculiar torpeza de mamífero. Estoy consternado; la mutilé al dar vuelta la página. Quién hubiera pensado que dar vuelta una pagina sería tan peligroso. Es claro que no estaba preparado para la convivencia con este animal.

Descansa. Parece contemplar a otro pequeño insecto amante de la luz artificial. Imagino que envidia su pata extra, pero es una idea demasiado mamífera. No le duele, eso me consuela. Ahora me cuido muy bien de no aplastar al otro pequeño vecino.

Habitar con otro no puede parecerse a esto: arrancar una pata por descuido. No puedo decir: me propongo respetar la naturaleza, con todos sus seres con vida dentro, y luego no percatarme de la polilla en el borde de mi libro. No tengo pretexto. Debo estar acostumbrado a esa fatal idea según la cual la mejor manera de respetar al prójimo es hacer como si no existiera.

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