lunes, 2 de junio de 2008

A wheat spike inside my eye (please, that not bother me)








"No me importaba el cargamento, fuera trigo flamenco o algodón inglés. Cuando terminó el lío de los remolcadores, los Ríos me dejaron descender donde quisiera"

-Arthur Rimbaud

La fortuna debe acompañar a los viajeros. Yo no hago grandes viajes, así que apenas me acompañan pasajeros que me dan conversación sobre los campos de trigo y de las panaceas que uno puede encontrase camino a Chacabuco.

Algunas personas, sin mala intención, imaginan que puedo ser muy hostil, que soy capaz de lastimar al prójimo; pienso en eso mientras le sonrío al sujeto de la butaca contigua que me habla de un tractor. Pienso en cómo será posible que yo sea realmente dañino, de verdad me esfuerzo por entender la idea; alguna forma debe haber, pero de momento, mientras el buen hombre me pregunta si las hojas de la casuarina volverán a crecerle aunque este año se las hayan comido unas vacas, no me es posible imaginarme así.

"Usted no sabe un rábano", me dije. No imaginaba que yo mismo me tratara de usted, tan poca confianza debo tenerme. Conociendo esto demuestro que no sé nada acerca del resto. Una vez recorrido todo el jardín le espera a uno un paraje baldío.

Me bajé en una estación de servicio lejana, junto al sujeto que después de cuatro horas resulto llamarse Gabriel. Caminamos hasta plaza España y hablamos de trigo, tractores y de pequeños árboles devorados por ingenuas vacas.

Confieso que le tuve un poco de envidia, pero no voy a confesar de qué. Bastante tengo ya con cargar con el pecado.

Por un momento pude ver un campo amarillo, un atardecer, una cuerda que pendía sobre el pastizal. Lo que vi tal vez no pasaba de media hectárea, de un patio. Yo no quería más que eso, pero sólo lo vi durante un rato.

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