lunes, 2 de junio de 2008

Just seventy thousand Romans in one evening (I was not there)











"Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes. La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello, la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado."


Thomas Mann -Muerte en Venecia-

Yo tenía doce o trece años y pasaba mucho tiempo solo. Conocía los alrededores agrestes de la ciudad, los horizontes escondidos tras los montes, los bosques que esperaban crecer en los desiertos de roca; los había recorrido a caballo, a pie y sobre la espalda de un Griphus. Había memorizado cientos de los nombres con que los latinos nombraban a los animales y los repetía en mi mente, solo. Sabía cómo se usaba una pala, un azadón, un buey pero los usaba de vez en cuando y nada más que para fastidiar.

Aníbal Barca tenía nueve años cuando su padre lo obligó a jurar ante el altar de Baal que jamás tendría compasión a un romano. Algunos años después hizo honor al venerable odio devorando junto a su ejército montado en elefantes, a setenta mil romanos en la batalla de los Llanos de Bagradas.

Ha llovido durante gran parte del día, gran parte sobre mi solitaria cabeza. Quise, más de una vez, comentárselo a alguien. Por un momento dudé de que a alguien le interesara que estaba lloviendo.

Tengo un poco de fiebre y estoy muy cansado. Traté de que el día no fuera verdaderamente malo, pero no estuve ni cerca de lograrlo. Cada vez que traté de decir algo fue para que alguien supiera lo mal que me siento, el dolor que significa abrir los ojos, mantenerlos abiertos todo el día, volver a cerrarlos. Sin embargo, no se lo he dicho a nadie; y creo que tampoco lo estoy haciendo ahora. Quisiera haber sido un cartaginés en el 218 antes de Cristo.

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