jueves, 5 de junio de 2008

Un contretemps à contretemps (Del amor al descuido, del descuido a la muerte)

Vous avez deux choses à perdre : le vrai et le bien, et deux choses à engager : votre raison et votre volonté, votre connaissance et votre béatitude; et votre nature a deux choses à fuir : l'erreur et la misère. Votre raison n'est pas plus blessée, en choisissant l'un que l'autre, puisqu'il faut nécessairement choisir. Voilà un point vidé.

Blaise Pascal –Pensées.


Mientras daba el primer paseo por mi nuevo barrio, se me ocurrió que, como incontables otras veces, yo podía terminar acuchillado en alguna esquina. Sin embargo, a medida que el paseo progresaba, algo que no era un discernimiento ni una intuición, pero que podía encontrarse a mitad de camino entre ambos, me demostraba que mi destino no es el acuchillamiento, que hay personas con ese destino, pero que hay otras que no; así como hay personas cuyo destino es tener contratiempos, en vez de ataques a la integridad física. Para mejor comprensión dejaremos de llamarlo destino y lo llamaremos el "modelo". Mi modelo es el de alguien que tiene contratiempos. Una amiga mía, en cambio, tiene el de pasar por situaciones violentas. De ese modo, obedeciendo a la lógica de nuestros respectivos modelos, mientras que el cajero del súper se queda con la compra que acabo de pagar y que he olvidado llevar conmigo, a mi amiga el mismo cajero le tira con la compra por la cabeza. A mí, se me desmayan encima ancianos gigantes en el colectivo; a ella, en el mismo viaje, ancianas impertinentes le pegan codazos. A mí me pasan balazos de un tiroteo del conurbano mientras mi única preocupación es llegar a la farmacia antes de que cierre. A ella, la tomarían de rehén y la llevarían a pasear por San Justo o Boulogne. Mi modelo no corresponde a la categoría de muerte violenta sino a la de muerte por descuido. Sería más fácil que perdiera la vida por olvidarme de almorzar o de dormir durante tres meses que alistándome para una guerra de Medio Oriente. Sufriré una muerte ridícula algún día, de la que nadie que me conozca se sorprenderá. Tal vez un día conecte, sin darme cuenta, los cordones de mis zapatos a una toma de corriente. Tal vez un día me trague un tenedor olvidando que no forma parte del bocado que sostiene. Sufriré la misma suerte que las plantas que he tratado de cultivar, del pequeño gatito que quise criar o la del conejo Leinsdorf; del amor al descuido y del descuido a la muerte. Contemplar una planta de albahaca no hace que crezca. La contemplación del objeto de amor conduce a descuidarlo, a retenerlo como imagen preciada, a apartarse de él para no contaminarlo: al descuido. La contemplación de mí mismo me llevará a olvidarme de mí y terminaré seco como mi última planta de albahaca, pero con una hermosa imagen de mi impresa en la mente. Mejor que ser acuchillado en una esquina .

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