jueves, 5 de junio de 2008

Yo en la Mansión de los Justos


"Por mí se va a la ciudad del llanto;
por mí se va al eterno dolor;
por mi se va a la raza condenada...
¡Oh, vosotros los que entráis,
abandonad toda esperanza!

Dante Alighieri -Divina Comedia, Canto III



Entrar al mundo de las tinieblas supone conocer los riesgos de desviarse de la senda correcta, conocer los suplicios que esperan a quienes se alejan de ella. Es curioso que mi peregrinaje por el Infierno comience en el noveno círculo, saludando en franca despedida a Judas que, desde las babeantes fauces de Lucifer, me echa toda clase de maldiciones. He dejado a Minos sin trabajo y el Cancerberus da vueltas tratando de morderse sus colas cuando me ve pasar en reversa.

Así es como finalmente desembarco en el primer círculo, y me quedo vacilante en su puerto. Equivocadamente, había pensado que terminar en el Limbo hubiera sido buena ocasión para conversar con las grandes inteligencias perdidas. Pero la verdad es nadie quiere hablar; debí haber imaginado que la gente habla poco en el reino subterráneo.

Sin embargo, estoy cerca de la superficie y puedo ver las plantas de los pies de los que creen vagar por el Purgatorio pero que seguramente han tenido una mera lipotimia al esperar el subte durante un día de calor. La vida en el Limbo es como tomar baños fríos, consiste, de hecho, en tomar baños fríos. Es un lugar de gran lujo y comodidades en el que uno vive acampando cada día, eligiendo dormir bajo un árbol.
Lejos de lo que imaginamos, el Infierno está compuesto de hielo. No hay llamas ni para asar una perdiz; tampoco hay perdices.

Las maldiciones de Judas no surten efecto en este destino tan lejano. Nada surte efecto en realidad, sólo las reminiscencias: imaginar a Lucifer tratando de saludarme con la boca llena, por ejemplo. El noveno círculo, el lugar de donde hube partido, su recuerdo, es el único castigo en el Limbo: la eterna imagen de almas flotando en purpúreo vino, de infelices sin cuello tratar ahorcarse y una oveja o una cabra que cuenta historias sobre cómo Hércules rescató a Prometeo mientras prepara carne sobre una humeante asador imaginario.

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